jueves, 10 de febrero de 2011

Antiparasitarios indoantrobacterianos

Cuando vi a mi perrita Lupita vomitar coágulos, supe que no estaba bien, aunque no necesitaba una cirugía mucogengival con tejido conectivo, ni tampoco estaba dejando de producir estrógeno ni progesterona, percibí su malestar y su entrega. Cual mártir de una enfermedad inevitable y por un pseudo conformismo a la desidia, mi niña permanecía en silencio y sin animo. Pobrecita, ¿como poder ayudarla? Me decía para mis adentros colorados. ¿Acaso nosotros no necesitamos también estos antiparasitarios? Si de todas formas estamos llenos de ellos, van en las micros, esas que van atestadas de esquinas de miradas anónimas, y se llaman micro-bios; en las calles intransitables y hostiles, sin ser del todo reptiles; en los puntos de encuentro protónios, denominados protozoarios de cavidad, cuya naturaleza bacteriana circula entre grames positivos y grames negativos.
Estos elementos siguen estando allí, junto a un tal Bronislaw Kasper, quien supo de la importancia de un verdadero trabajo en terreno, conviviendo con los pinches helmintos y homínidos tradicionales en su composición fisiocultural. Entonces Lupita, mi perrita, se enfermó al punto de enflaquecer, dejar su apetito, dejar su manifestación de cariño para descansar en el patio de la cabañita, irse al cielo y convertirse en una estrella infinita. Fin

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